Somos un pueblo
irruento. Hijos de padre europeo e madre indígena, siempre alegres gracias a la
estrecho parentazgo con nuestros tíos de raza negra traídos obligados por
nuestros queridos padres. Un poco más serios los del Sur, más europeos, un poco
más despreocupados los del Norte, más africanos. El tango y la cueca son del
Sur, la samba, la cumbia y la salda del Norte.
Nuestras primas civilizaciones no han tenido un herede. Por lo tanto, somos
un pueblo relativamente nuevo y joven. Apenas 500 años ? Nuestra cultura es
española, portuguesa y francesa; nuestras tradiciones son una mezcla de cultura
europea, indígena y africana. Somos muy católicos pero poco practicantes ya que
hacemos de nuestra feacute; una cuestión un poco contradictoria.
De las culturas pre-hispápinas, grandiosas e imponentes, restan las
poblaciones indígenas de Meacute;xico, Guatemala, Honduras, Perú, Bolivia y Ecuador.
Culturas que vivieron en simbiosis con la naturaleza y que según la medida de
los países industrializados, encontrándose en las selvas tropicales fueron poco
desarrolladas. Somos sus representantes en el presente.
Los turistas que visitan nuestros países, sin importar las ciudades
pre-hispánicas de los maya, los incas, los aztecas, vienen aquí porque estamos
nosotros. Hospitales de no creer, gentiles, premurosos. Sonrientes,
independientemente de la situación. Seguros que siempre habrá un mañana en el
cual podremos hacer lo que habríamos hecho hoy.
La vida es así corta que debemos divertirnos lo más posible.
En Latinoamérica las guerras son fruto de factores externos, incluso las no
declaradas como la colombiana
hoy día, sostenidas por dineros provenientes de los países ricos
en los cuales se busca escapar, del aburrimiento de tenerlo todo y se lamenta la falta
de ideales por los cuales luchar, a través de paraísos artificales.
Los latinoamericanos tienen poco y mucho. Los tíos, los sobrinos, los amigos,
los vecinos. La calle es un campo de fútbol. Incluso viejos somos niños. El
trabajo es un incidente en nuestras vidas. Nosotros no tenemos vacaciones para
hacer de todos modos y obligados. Hacemos vacaciones cuando se puede y se puede
casi siempre.
Las fiestas son en acecho. Hacemos fiestas porque si y poruqe no. Porque ha
venido a encontrarnos un amigo sin avisarnos. Que bella sorpresa ? Porque es
Viernes, pero tambieacute;n Sábado y, porque no, Domingo. Y hacemos el Lunes del
Zapatero y quizás no trabajamos tampoco el Martes, Mieacute;rcoles es el de cenizas,
ya llegamos al fin de semana, hoy es Jueves ?
Hemos recibido como dono la música que te invade, que nos hace estrecharnos
el uno contra el otro, que nos hace tocarnos sin sentirnos obligados a ir más
allá (irracional para quien lo ve desde el externo), música que nos lleva a la
madrugada, incansables, no terminados pero satisfechos. Tenemos el tango y la
salsa, música que cuenta el diario vivir, tragedias, amores, del pueblo de
periferia. Tenemos la samba y el bossanova que cantan al ser humano y a la
naturaleza. Temos los bailes y las canciones andinas que hablan al amor. Al amor
plátonico, así celestial, casi incomprensible para una sociedad tan solo
práctica.
Tenemos nuestros paisajes, la patagonia argentina, las mesetas bolivianas,
las cascadas del Iguazú, el salto del Angel, el Amazonas, los desiertos
chilenos, peruanos y mexicanos, las selvas tropicales - pulmón del mundo -, los
Andes, dónde se puede vivir tan alto como 4000 metros.
Tenemos las grandes ciudades precolombianas, Machu Picchu en Perú,
Teotihuacán en Bolivia, San Agustín en Colombia, Copán en Honduras, Tikal en
Guatemala, Palenque, Tenochtitlán y muchas otras en Meacute;xico. Civilizaciones de
las cuales tenemos más dudas que certezas. Tenemos kilómetros y kilómetros de
playas incontaminadas, tenemos el Caribe, con sus mares donde parece que no
exista el ocaso del sol incluso cuando ya se ha hecho oscuro.
Y por último, estamos nosotros !
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