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No es posible hablar, o escribir, sobre Miguel Angel Asturias (1899-1974) sin referirse a ese enigma cultural que significa su presencia en la literatura mesoamericana y a la relación que se establece con su vida pública en el campo de la política, la recreación de mitos ancestrales, su existencia nómada, su importancia como diplomAtico, periodista, escrito y radiofónico, animador cultural, corresponsal viajero, pero sobre todo como poeta. Ejercicio que se percibe en toda su obra y que define el carácter polifónico, universal y original de su propia voz como creador. Es evidente que Miguel Angel Asturias es la figura más relevante en el campo de la creación literaria en el Ambito mesoamericano, y uno de los primeros más notables del rompimiento de la literatura latinoamericana hacia nuevos caminos, casi desde sus primeras obras, cuyo punto esencial la constituyen las versiones del Popol Buj, o Libro de Consejo, en 1927. En una obra, olvidada hoy, editada en 1928 y publicada con el nombre de La arquitectura de la vida nueva, que resume sus conferencias de la experiencia europea, abre espacios inéditos para comprender nuestro siglo y todos los fragores que marcan la desintegración de las formas, en el pulso vital del nuevo siglo, del cual será protagonista y observador activo, desde la óptica de la construcción simbólica de su vida. La formación de Asturias, que se soslaya muchas veces, pasa por los estudios de pintura, la medicina, las letras, las ciencias jurídicas y sociales, la gramática, en el estudio de las nuevas opciones de la lingüística, la historia de las religiones indígenas mesoamericanas y la praxis de las nuevas formas del periodismo, principalmente el radiofónico y las críticas del momento, de las cuales se convierte en un experto ya a los 25 años. Esta formación enciclopédica conforma un ser humano que domina también varios idiomas, principalmente el español, el francés, el inglés y algunos aspectos del maya-quiché. Todo esto, aunado, conforma una mentalidad que sobrepasa el saber acumulado para sumergirse en el surrealismo, que conoce de primera mano, o en los aportes integradores de Joyce, Breton, Paul Valéry o Eugene Jolàs, que tanto influyen en ese periodo de gestación de su obra literaria que dura casi 20 años: desde que, siendo un niño, en el barrio de la parroquia, al pie del cerro El Carmen, oyó a su abuela, doña Jesusa Gerón, contar historias ancestrales o en las de aquella joven india, del poblado de Salamá, que lo iniciara en la visión de los antiguos ritos indígenas, que permanecen en la memoria hasta su muerte. Lola Reyes, que así se llamaba, fue la primera voz que abrió su mundo a lo inconmensurable maravilloso. Indudablemente que en la formación, y construcción de la personalidad literaria, humana y social de Miguel Angel Asturias, hay algo monstruoso y desmesurado, en lo que tiene de asombroso, por el acopio de la información que su mente procesa, la cultura define y su literatura propone. En él se dan unidos, y es caso singular, lo indígena, lo hispánico, lo mestizo y la riqueza verbal de los idiomas modernos, unido todo esto a una inteligencia constructora y vertebrada sobre la creación artística, como también podemos percibir en César Brañas, Carlos Mérida, Luis Cardoza y Aragón y el educador y político Juan José Arévalo, los cuales, en diferentes aspectos de u na cronología cultural, expresan ideas originales y la identidad nacional guatemalteca en un proceso de síntesis. No es precisamente en la unidad de la antropología y el derecho en la cual radica la grandeza futura de Miguel Angel Asturias, como pareciera proponer en su tesis El Problema social del indio (1923), pero allí encontramos claramente definidas sus preocupaciones sobre el problema de la propiedad de la tierra, el poder de las empresas extranjeras, la conformación de una élite exploradora. Hoy día su tesis de graduación se puede leer, pienso yo, como el prólogo a una novela realista, con los toques vibrantes de la herencia de Manuel Ugarte y José Ingenieros, sus dos mentores en esa etapa de formación. Si fuera posible analizar el desarrollo formativo de Miguel Angel Asturias, para proyectarlo en el ahora en que lo recordamos, podríamos afirmar que la inteligencia primordial en su cerebro es la oral-lingüística, lo que se trasluce en casi todas las obras que lo inician y la pertenencia de estas a la visual, sobre todo en la percepción de los elementos naturales, geogrAficos y ecológicos propios del mundo indígena y que son parte sustancial de toda su obra, de manera inconsciente en sus primeros libros, y como gran escenario en toda su obra posterior. Este extraordinario sentido, desarrollado desde niño, le permite dar un carácter animado a los elementos naturales, los cuales adquieren voz, movimiento y acción, equiparación casi humana, que aporta un sentido nuevo a lo que bien puede llamarse "lo natural maravilloso", que no es solo sujeto de asombro sino de participación y que es el legado más importante del mundo indígena en su obra literaria. Para poder comprender la realidad total de Miguel Angel Asturias es importante releer sus conferencias de 1928. Son esenciales para dilucidar la transformación mental que le ha ocurrido en Europa y la definición de su concepto, nunca ambiguo, de poder estructurar la coexistencia de dos mundos, el uno indígena, el otro ladino, para así definir una síntesis futura. Tan clara realidad siempre fue difícil de enfrentar en sus entrevistas y opiniones, él mismo la imagen y la proyección de esa unidad, él, que no pertenecía a la elite de los Asturias gachupines y oligarcas, y sí a una familia de un padre jurista y una madre industriosa y trabajadora, habitantes todos de la parroquia de La Merced. El enigma Asturias, sus contradicciones esenciales, han sido motivo de controversia, análisis, interiorización y ataque de sus coterráneos, incluida la inteligencia prodigiosa de Luis Cardoza y Aragón, atormentado durante años por la amistad-odio que a veces le producía Asturias. Esa misma contradicción es el fruto que encontramos en su obra, en algunos aspectos de su vida, en sus declaraciones públicas y en conversaciones privadas. Se soslaya, casi siempre, el carácter de poseer una inteligencia preclara, una autoestima fuerte y una pertenencia mental que combina, al través de toda su vida, la herencia del modernismo, las vanguardias hispánicas, el surrealismo francés, el dadaísmo y el futurismo universales que están vivos y agudamente presentes en Dos veces bastardo, que debemos analizar como un análisis de su identidad y no solo como ficción mágico-literaria, en donde la herencia indígena está presente de manera sincopada y acaba por absorber el pulso literario del autor. Centrado el gran aporte literario y cultural de Miguel Angel Asturias en su ciclo de novelas de la explotación bananera y la problemática social, casi que únicamente, hemos asistido a la producción académica de auténticos mamotretos, para salir del paso, y no en el señalamiento de aquellas obras que resumen, definen y plantean la coexistencia de los mundos indígena y ladino, la relación entre lo real y lo maravilloso, lo mágico esencial y la transformación sincrética, más la expresión lingüística de la creación de un lenguaje múltiple, el cual refleja la herencia hispAnica y los giros propios de la tradición oral popular guatemalteca, remozada y hasta recreada por el autor. Me refiero a los libros Leyendas de Guatemala (1930), los Cuentos del cuyito, redacción original en 1947, El Alhajadito (1961), que dura redactando casi treinta años, y El espejo de Lida Sal (1967), una de las obras más importantes de su período de madurez absoluta, y que lo consolida como Premio Nobel ese mismo año. Estas obras, consideradas por algunos como marginales, en relación con su obra total de narrativa, son, sin embargo, donde hallamos definida esa permanencia a que me he referido en estos apuntes. En todas ellas encontramos planteados, y desarrollados, tres elementos explícitos que en la obra de Miguel Angel Asturias me parecen esenciales. Primero, la creación de un lenguaje en donde las fuerzas naturales, la historia y el lenguaje oral se transforman en apoyo sustancial para la conformación de cuentos, relatos, leyendas o consejas, donde los protagonistas pertenecen a la mitología popular guatemalteca en primera instancia, mesoamericana en un sentido más amplio. Como segunda propuesta encontramos definida en estas obras la idea del Gran Lengua que hace del escritor, del poeta, del creador, encarnación moderna del Kukul, nacimiento de su voz callada desde la muerte de Tecún-Umán. Unidad de lo "animal simbólico", presente en la mente del escritor, que mira en su interioridad para descubrir allí el Kukulcán de los poderes y los cielos. Unidos a estos dos elementos, Asturias, con su genio creador, inventa un género literario llamado convencionalmente fantomima, con el cual busca representar, desde 1935, la mitad de la poesía y el espacio escénico, pero cuya importancia más natural debe remontarse a las representaciones rituales indígenas, especie de autos sacramentales que combinan lo sagrado con lo profano y el humor superrealista, transformando el texto en aleluya, en poesía en voz alta, con movimientos escénicos que el autor casi nunca vio representados fuera de su universo mental. El genio profundo de Miguel Angel Asturias dio una connotación absolutamente ritual a su propio lenguaje. No solo miraba con los ojos sino con todos los otros sentidos presentes en su espíritu, constituido alrededor de lo sincrético maravilloso. Ese es el legado posible de descubrir: como los héroes de sus relatos, con los ojos abiertos morimos para esperar insomnes el día de justicia. Ese momento en el cual la vida, siguiendo la antigua tradición maya, necesita del arte para seguir existiendo, con la naturaleza como principal personaje, para lograr así la integración del ser humano con su propio concepto de lo natural trascendente. Fonte: Alfonso Chase - Revista Dominical www.nacion.com/ancora/1999/noviembre/28/ancora1.html |