Para los críticos fue la sintetizadora del modernismo brasileño, 'con su obra,
Brasil aprendió a pintarse a sí mismo. Esta mujer genial se atrevió a utilizar
los colores, formas y temas genuinos de nuestro país. Todo un desafío para los
patrones intelectuales de la época', decían. La consideran una mezcla entre musa
y antena parabólica. Musa, porque Tarsila do Amaral (1886 a 1973) era una mujer
que se distinguió desde un principio por su extravagancia, encanto y talento y
antena parabólica porque con sus pinturas anunció un tiempo nuevo para el arte
de Brasil. Para los críticos fue la sintetizadora del modernismo brasileño, 'con
su obra, Brasil aprendió a pintarse a sí mismo. Esta mujer genial se atrevió a
utilizar los colores, formas y temas genuinos de nuestro país. Todo un desafío
para los patrones intelectuales de la época', aseguró una experta.
Su vida fue tan
interesante como su trabajo. Nació en una hacienda en Capivari dentro de una
familia de grandes recursos. De esa manera tuvo una infancia por lo menos
paradójica ya que vivía en ese lugar rodeada de insectos y vegetación exuberante
pero, a la vez tenía una vida cotidiana de niña rica: su familia usaba ropas y
objetos traídos especialmente de Europa. Era una aristócrata que se rodeaba de
la gente más humilde y a la vez participaba en veladas donde se solía tocar
piano y se recitaba poemas en francés. A los 16 años se fue a estudiar a
Barcelona, donde la literatura y el dibujo pasaron a ser prácticamente parte de
su vida, pero volvió al tiempo a Brasil y se casó con Andre Texeira, el hombre
que su familia escogió para ella. Sus biógrafos aseguran que ese matrimonio fue
desde su comienzo un definitivo fracaso dada la diferencia cultural que existía
entre ambos cónyuges. De esa mala unión, que más tarde terminó anulada, nació su
hija Dulce.
Después de esa
experiencia, Tarsila decidió hacer del arte el centro de su existencia. Inició
sus estudios de escultura y modelado con Mantovani y Walliam Zadig y luego
dibujo con Pedro Alexandrino y pintura con George Elpons. En 1921 viajó a París
donde continuó sus estudios en la Academia Julián. Luego recorrió España e
Inglaterra y regresó a Sao Paulo, donde gracias a su amiga Anita Malfatti, entró
en contacto con el grupo modernista. Con ella, Mario Andrade y Menotti del
Picchia formó el llamado 'grupo de los cinco', un conglomerado de corta vida que
solía discutir sobre modernismo.Tarsila do Amaral regresó a París, donde entró
en contacto con los cubistas Fernando Leger, André Lothe y el mismo Picasso. A
esas alturas, sus pinturas eran nítidamente cubistas, pero se caracterizaban por
estar impregnadas de los colores del Brasil. Carlos Drummond los describió como
'un amarillo vivo, un rosa violáceo, un azul pureza y un verde cantante'. Meses
después retornó a su país y junto con otros integrantes del grupo modernista
como Cendrars, Mario Andrade y Oswald Andrade (que fue su pareja hasta 1930)
realizó un viaje de 'descubrimiento del Brasil' a Minais de Gerais y otras
ciudades históricas mineras. Una vez en Sao Pablo realizó su famosa serie
Pau'Brasil, con temas populares.
En 1928, a dos años de su matrimonio con Andrade, Tarsila decidió darle a su
marido un presente de aniversario inusual: un cuadro 'que lo asustase, una cosa
que no esperara'. Así nació una de sus obras más famosas, 'Abaporu', cuyo
elemento central era un figura humana de cabeza sorprendentemente pequeña, unos
brazos finos pero piernas enormes. A su lado, un cactus cuya flor parecía un
sol. Al ver esa imagen el marido se asustó pero la calificó de 'una composición
extraordinaria, salvaje. Una cosa del bosque'.
Abaporu en lengua indígena significa antropófago, 'hombre que come carne
humana' y con esta tela así bautizada comenzó su serie 'Antropofágica', de
acento surrealista. Oswald de Andrade la presenta junto al cuadro el 'Manifiesto
Antropófago', que definía una identidad fundada en el cruce de las culturas
indígena, portuguesa y africana.
El año siguiente fue trágico, afectiva y socialmente, para la artista ya que
el desastre de la Bolsa de Nueva York la hizo perder su hacienda y se separó de
su marido, un incorregible mujeriego. Su última fase artística fue el resultado
de su viaje a Unión Soviética en 1931, donde impresionada por lo visto pintó el
drama de los obreros y la miseria de multitudes, la injusticia y opresión que
sufrían los más débiles. Después de eso, Tarsila no incursionó en nuevas
experiencias. Se limitó a revisar sus fases anteriores y se concentró en temas
relacionados con el folklore y la religión, participó en numerosas colectivas y
en las dos primeras bienales de Sao Paulo. En 1969 se llevó a cabo una gran
retrospectiva titulada 'Tarsila: 50 años de pintura' en el Museo de Arte
Contemporáneo de la ciudad, en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro y en
la Universidad de Sao Paulo.
En 1972 enfermó pero siguió pintando. Murió el 17 de enero de 1973, a los 86
años. Dejó centenas de obras, algunos dibujos y esculturas. Pero su más
importante legado fue su contribución para la consolidación de una pintura
nacional.
Fuente: staff.oas.org/pinceladas/2003/mayo/mayo.htm
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