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Nació en Guanajuato, Gto., el 8 de diciembre de 1886; murió en la ciudad de México el 24 de noviembre de 1957. Pasó con su familia a México (1892) y estudió en la Academia de San Carlos (1896-1902), la cual abandonó a los 16 años de edad, inconforme con el sistema de enseñanza de la pintura, entonces dirigido a la reproducción fiel de los objetos. De esa etapa son algunos dibujos al modo académico y los cuadros La Castañeda , Paisaje de Mixcoac y La era, influidos en cierto modo por Velasco y en parte modernistas. En 1907 presentó su primera exposición y ganó una beca a Europa. Trabajó en la Academia de San Fernando de Madrid, al lado de Chicharro. De ese año son Iglesia de Leiquetic , La puerta de Ávila y La casona ; y del siguiente El picador y las obras impresionistas (Nuestra Señora de París y La casa sobre el puente ) que le inspiró su viaje a Francia. Volvió a México en octubre de 1910 y regresó a París en julio de 1911. Tras una breve incursión en el puntillismo, de 1912 a 1917 se afilió a la escuela del cubismo ( Visita de Toledo, Puente de Toledo, El viaducto, Hombre del cigarrillo y muchos otros), hasta mostrar una franca originalidad en El guerrillero. De 1918 es su Autorretrato a lápiz. Completó su periodo de formación con un viaje a Italia y el estudio de los grandes maestros. Se reintegró al país en septiembre de 1921. Al año siguiente pintó a la encáustica el nicho y el muro de fondo del Anfiteatro Bolívar de la Escuela Nacional Preparatoria; en aquel, a partir de la célula original, representó el árbol de la vida y los símbolos -el león, el querube, el águila y el toro- de los redactores de la doctrina de Jesús, de cuyo conjunto, que abraza al órgano, brotan el hombre y la mujer; y en los muros del escenario: al centro, la energía; al lado derecho del espectador, el conocimiento, la fábula, la tradición, la poesía erótica, la tragedia, la prudencia, la justicia, la fortaleza, la continencia y la ciencia; y del izquierdo, la danza, la música, el canto, la comedia, la fe, la esperanza, la caridad y la sapiencia. El conjunto, en cuyas figuras aparecen ya rasgos mexicanos, constituye una alegoría de La Creación. De 1923 a 1928 pintó al fresco los muros de los corredores del recién estrenado edificio de la Secretaría de Educación Pública. En general, los del patio anterior están destinados a escenas del trabajo (planta baja), las ciencias (primer piso) y las artes (segundo); y los del posterior, a las fiestas, a los escudos de las entidades de la República y a otros temas como La repartición de tierras, la celebración del 1º de mayo y El mercado. En el vestíbulo de los elevadores exaltó a las Mujeres de Tehuantepec y en el cubo de la escalera desarrolló una gran visión de México. En esta monumental composición privan, como novedades, los tipos, las escenas y las costumbres nacionales; la franca difusión de los avances e ideales revolucionarios; y la contraposición de la trinidad positiva -obrero, campesino y soldado- ante los símbolos del capitalismo, el clericalismo y el militarismo. En 1926 y 1927 interrumpió su trabajo en la Secretaría para decorar al fresco el Salón de Actos de la Escuela Nacional de Agricultura, antigua capilla de la exhacienda de Chapingo, en el estado de México. En los muros del vestíbulo, abajo del coro, representó, según interpretación de Justino Fernández, La muerte que fecunda la vida y la semilla de la Revolución; en la nave, del lado derecho, La transformación social. Los temas que uno y otro órdenes expresan, en figuras o escenas acotadas por las pilastras y cornisas, son complementarios: las fuerzas del subsuelo y Las fuerzas espirituales internas, La germinación y La Revolución , La floración y La muerte, La fructificación y La trinidad positiva. En la pared del fondo aparecen El hombre y la naturaleza, presididos por La madre tierra; y en el tablero que cierra el coro, La tierra dormida, "uno de los grandes desnudos de la historia del arte". Las bóvedas llevan alegorías agrícolas y revolucionarias. En la escalera de uno de los grandes edificios de la Escuela realizó otras pinturas, entre ellas sendos retratos de Manuel Ávila Camacho y Marte R. Gómez. En 1929 y 1930 decoró el Salón del Consejo del Departamento de Salubridad, con base en manos y desnudos muy estilizados, símbolos de la vida y la salud; y la logia del Palacio de Cortés en Cuernavaca, donde desarrolló algunos aspectos infamantes de la Conquista, dejó constancia de las hazañas de los españoles (el paso de la barranca de Amanalco) y sublimó las figuras de Morelos y Zapata. Esta obra la hizo bajo el patrocinio del embajador norteamericano W. Morrow. En 1930 expuso su obra de caballete en el Palacio de la Legión de Honor de California, en Estados Unidos, y al año siguiente pintó en el Luncheon Club del San Francisco Stock Exchange una figura que simboliza el esfuerzo humano por controlar los recursos naturales; en la residencia Stern, el trabajo de una huerta; y en la California School of Fine Artes, los empeños de la técnica para crear la industria. En 1931 expuso en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, en 1932 hizo la escenografía para el ballet H.P. de Carlos Chávez, (representado en Filadelfia bajo la dirección de Stokowsky) y pintó el retrato de una ciudad industrial en el Detroit Institute of Fine Arts, acaso la primera visión plástica del mundo mecanizado y deshumanizado, en el cual la ciencia juega el papel redentor que el cristianismo atribuye a los santos; y en 1933 trabajó en el Rockefeller Center de Nueva York, en un mural que fue destruido, pero que reproduciría después en México, y en 21 tableros transportables, con el tema común de Retrato de América, para la New Worker´s School. Al terminarse el Palacio de Bellas Artes, Rivera ejecutó en el primer piso del foyer (1934) el mural que no se le permitió terminar en Nueva York; en esencia, representa al técnico controlador de la naturaleza y a la sociedad dividida en dos mundos: el socialista y el capitalista, con su secuela de igualdad y creación, aquél, y de injusticia y guerra, ésta. En 1929 había iniciado la decoración del cubo de la escalera del Palacio Nacional; la terminó en 1935, al cabo de varias interrupciones. El muro de la derecha lo destinó al pasado indígena; el central, al periodo de 400 años que va de la Conquista a la Revolución; y la pared izquierda, a temas del presente y al futuro socialista; la obra consta de más de 400 figuras, buena parte de ellas retratos; y la composición, organizada en planos, parte de un eje central sobre el cual se inscribe, de abajo a arriba, un conquistador español y un sacerdote indígena, el escudo nacional, la espada empuñada por Guerrero, el plan libertador de Iturbide, la mano de Morelos, el rostro de Hidalgo y la bandera de Tierra y Libertad sostenida por Zapata y un obrero. Este resumen simbólico de la historia de México está desarrollado con profusión de detalles en el resto de los muros. En 1936 pintó cuatro tableros para el Hotel Reforma, con temas sólo en apariencia folklóricos, en los que hizo sátira de personajes de ese tiempo, razón por la cual fueron llevados a otro sitio. Hasta 1940 no hizo sino poca pintura de caballete, género que nunca dejó de practicar. De ese periodo, entre muchísimos otros cuadros, son el Retrato de Lupe Marín (1938) y Bailarina en reposo y Danza de la tierra (1939). En 1940 pintó un mural para la Golden Gate International Exposition de San Francisco, en el que trató de combinar personajes y motivos históricos de México y Estados Unidos. En 1943 decoró el cabaret Ciro´s del hotel Reforma e inició dos tableros para el Instituto Nacional de Cardiología, que terminó al año siguiente. El tema de éstos es la historia de la medicina, con énfasis en la cardiología. En 1944 reemprendió la decoración del Palacio Nacional, ahora en los corredores del primer piso del patio central. La serie de tableros que realizó en varias etapas, hasta 1951, reconstruyen los principales aspectos del mundo indígena (el mercado de Tlatelolco, las artes, las industrias), hasta la Conquista, o sintetizan la vida y costumbres de algunos pueblos aborígenes (los totonacos, por ejemplo). En 1947 y 1948, bajo el título de Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, volvió a resumir la historia de México, esta vez a partir de anécdotas, en un largo tablero dispuesto en el comedor del que fuera el hotel Del Prado. Sobresalen en él las escenas del auto de fe a Violante de Carvajal, la frase que pronunció Ignacio Ramírez ("Dios no existe") al ingresar a la Academia de Letrán, el contraste entre la gente decente y la plebe, los motivos predilectos de su inspiración (Frida, Posada y La calavera catrina ), el recorrido de Madero a Palacio durante la Decena Trágica y algunas muestras recientes de corrupción. Los árboles que sirven de fondo al conjunto expresan, en su quietud o movimiento, la seguridad o las convulsiones de cada época. A causa de la frase atea, en junio de 1948 el arzobispo Luis María Martínez se negó a bendecir el edificio, un sector de la prensa llamó a la acción directa y el viernes 4, 30 estudiantes irrumpieron en el hotel y con un cuchillo rasparon las palabras "no existe". La noche de ese día, en la Fonda Santa Anita, distante dos cuadras del lugar donde se cometió aquel atentado, se reunió el mundo artístico de la capital en un homenaje a Fernando Gamboa, quien hacía poco había rescatado en Bogotá, a riesgo de su vida , el tesoro de pintura que México envió a la Exposición Interamericana. Cerca de las 12 de la noche, a proposición de David Alfaro Siqueiros, unas 100 personas se trasladaron al hotel; iban a la cabeza del grupo, ademas del promotor, el propio Rivera, José Clemente Orozco, el Dr. Atl, Gabriel Fernández Ledezma, Leopoldo Méndez, Juan O´Gorman, María Asúnsolo, Frida Kahlo, Raúl Anguiano y José Chávez Morado. Entraron al comedor al grito de "¡Muera el imperialismo!"; calló la orquesta y se alarmaron los comensales, entre ellos, en mesas distintas, Aarón Sáenz, Rafael P. Gamboa y Rodolfo Reyes. Rivera subió entonces en una silla y con un lápiz restauró la frase. Después de estos acontecimientos se puso una mampara al mural y varios años más tarde se trasladó la obra al foyer del propio establecimiento, donde estuvo expuesto al público. De esa época data el mural transportable Sueño de paz y pesadilla de guerra, que se envió a Polonia y posteriormente a China Popular. En 1951 pintó con poliestireno el cárcamo de Dolores, destinado a recibir el agua del sistema del alto Lerma. Representó ahí sus ideas sobre el origen de la vida y de la especie humana; registró la hazaña técnica de la construcción del túnel, como un homenaje a los ingenieros; y diseñó unas grandes manos que entregan el líquido al pueblo. En un espacio exterior, frontero a la caja de distribución, proyectó la fuente de Tláloc. Un año antes se había presentado en el Palacio de Bellas Artes una gran exposición retrospectiva del artista. En los últimos años de su vida realizó el mosaico del frontis del estado de la Ciudad Universitaria y la fachada del Teatro de los Insurgente; viajó a la URSS por segunda vez -la primera había sido en 1927-1928-; organizó una nueva exposición con temática soviética; viajó a Guadalajara y prometió hacer allí un mural si se cambiaba el nombre a Ciudad Guzmán por el de Zapotlán de Orozco; y ya muy enfermo pasó una temporada en Acapulco, donde pintó una serie de crepúsculos. A su muerte fue sepultado en la Rotonda de los Hombres Ilustres (véase Justino Fernández: Arte moderno y contemporáneo de México, 1952). En agosto de 1955, Rivera constituyó un fideicomiso en el Banco de México por el cual cedió, en beneficio del pueblo, todos sus bienes que formarían su herencia: 1. La casa de Frida Kahlo en Coyoacán, con 2 mil metros cuadrados de terreno (actual Museo Frida Kahlo, inaugurado el 12 de julio de 1958). 2. Una colección de obras de arte popular, instalada en esa casa. 3. Pinturas, dibujos y el Diario de Frida Kahlo. 4. Dibujos, proyectos y bocetos suyos (de Rivera) que le sirvieron para el estudio y la composición de sus pinturas murales y de caballete. 5. El Anahuacalli o Museo Diego Rivera, con una superficie de 46 mil metros cuadrados. 6. Una colección de 56400 piezas prehispánicas de varios materiales. 7. Los derechos de reproducción de todas las obras suyas y de Frida Kahlo. Y 8. El archivo y correspondencia de ambos. Preside el comité técnico de este fideicomiso la señora Dolores Olmedo. Diego Rivera fue miembro de El Colegio Nacional desde su fundación. |